LA DEMOCRACIA COMO SISTEMA POLÍTICO Y LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA.


Mag. CPC. Pedro A. Barboza Zelada


MODULO I:
LA DEMOCRACIA COMO SISTEMA POLÍTICO Y LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA.

TEMA 01
LA DEMOCRACIA COMO SISTEMA POLÍTICO

LEER:
·         EL SIGLO DE PERICLES.




Los que Usufructúan de la Riquezas de los Peruanos, no solo se creen dueño de ellas, sino también del destino de los peruanos, el Sistema Político contribuye solo al fortalecimiento de su enriquecimiento, estando seguros, con sus medios de comunicación, que siempre inducen a los peruanos a elegir, a sus mismos servidores, que siguen el sistema de corrupción, a costa del mejoramiento de calidad de vida, de los mismos que los eligen. CUANDO ROMPAMOS ESTE CIRCULO VICIOSO DE LA POBREZA, HABRA VISIÓN COMPARTIDA Y DEJAREMOS DE SER UNOS MENDIGOS SENTADOS EN UN GRAN BANCO DE ORO.

Mag. CPC. Pedro A. Barboza Zelada


¿ES LA DEMOCRACIA EL MEJOR SISTEMA POLÍTICO?



POR Manuel Bautista Pérez

La gran mayoría no dudaríamos en responder afirmativamente a esta pregunta. Es más, nos sorprendería que nos la hicieran. ¿Acaso se está insinuando que nos iría mejor en una dictadura? Pues no, obviamente no voy por ahí.
La base de la democracia es que cada persona tiene un voto y además es libre para decidir qué hace con él. A eso se añade que todos los votos valen lo mismo, lo que significa que todos tenemos el mismo valor político sea cual sea el nivel de formación de cada uno. Naturalmente, en los albores de la democracia todo esto fue muy debatido.
Tanto en Inglaterra como en otros países costó mucho tiempo admitir que votasen los campesinos y obreros en pie de igualdad con la gente educada, o simplemente adinerada. Se cuestionaba por ejemplo que, al no tener unos y otros capacidades equiparables para decidir sobre su voto, carecía de sentido darles el mismo poder para determinar los destinos de la nación. Pero no solo se discutía sobre el nivel cultural o intelectual, sino también sobre los grados de libertad con que cada cual podía formarse su propia opinión política. Así, el motivo por el cual se negó durante mucho tiempo el voto a las mujeres fue por creer que estarían mediatizadas por sus maridos.
Los defensores de la universalización del voto no ignoraban que detrás de cada voto habría niveles muy dispares de instrucción y de comprensión de la realidad política, y que los más ignorantes serían más fácilmente manipulables. Pero su apuesta se basaba en la convicción de que el hecho de votar animaría a estos a esforzarse por elaborar más su opinión para acertar con su voto y, en consecuencia, haría que progresivamente fuera elevándose el nivel medio de cultura política de los ciudadanos. Por tanto, veían la democracia como un proceso dinámico en el que su calidad iría mejorando con la práctica; no, desde luego, como algo fijo, a perpetuar.               
Aunque el nivel de educación académica ha aumentado mucho desde entonces, si hablamos de formación política está claro que aún estamos muy lejos de haber alcanzado ese ideal en el que todos depositaríamos nuestro voto con un nivel de capacidad de análisis similar sobre lo que le conviene al país. Pero lo importante es si nos estamos acercando a ese ideal o no. Hoy en día ya no se discute la universalización del voto. Sin embargo, sigue teniendo sentido plantear con qué grado de conocimiento se ejerce y, sobre todo, de cuánta libertad real se dispone para adquirir ese conocimiento.
La cultura política en una sociedad depende, básicamente, de la claridad y sinceridad con la que hablen los políticos; del rigor y la independencia con que nos informen los medios de comunicación y, finalmente, de la intención que tengamos los ciudadanos para profundizar y discernir entre lo que unos y otros nos cuenten. Aunque la mayoría de los políticos tienden a mentir por sistema, es clave el papel de los medios de comunicación y, sobre todo, el que asumamos los ciudadanos.
¿Y qué pasa cuando los medios de comunicación más influyentes en España son propiedad de tres o cuatro empresas, que además comparten intereses con quienes nos gobiernan o con quienes pueden llegar a hacerlo? Por ejemplo, el Gobierno de Rajoy acaba de adjudicar los nuevos canales de televisión, a un paso de las elecciones ¿lo ha hecho buscando promover la diversidad de opinión? Parece que no; que los beneficiados han sido algunos de los grupos empresariales mediáticos ya establecidos. Cabe sospechar que, más allá del negocio que represente explotar esas televisiones (suponiendo que no pierdan dinero), lo que realmente subyace al afán de estos grupos empresariales por controlar tales medios de comunicación es el poder que les brindan para modelar las opiniones políticas de su público.
¿Hasta dónde se puede llegar a manipular la opinión de la gente cuando los medios de comunicación deciden alinearse activamente con el poder político? Un ejemplo muy claro lo estamos viendo en Cataluña. En pocos años el voto independentista ha pasado de no llegar al 15% a rozar el 50%. ¿Alguien se cree que eso se ha debido a la reflexión libre e independiente de los ciudadanos? Es evidente que ahí han jugado varios factores, pero sin duda los más decisivos han sido el adoctrinamiento en las escuelas, la activa colaboración de los medios de comunicación locales y, sobre todo, la instrumentalización por parte de la Generalitat de todos los mecanismos de poder a su alcance para ir conformando la opinión de los catalanes de acuerdo con sus intereses. ¡Y Artur Mas presumiendo del ejemplo de democracia que están dando al mundo! Pasma el descaro y la impunidad con el que se está manipulando la opinión de las personas, en flagrante violación del principio democrático. Pero este es solo un ejemplo que por su obviedad resulta especialmente ilustrativo. Hay otros muchos que, aun siendo más sutiles y pasando más desapercibidos, probablemente son tan eficaces como el de Cataluña.
En la mayoría de los casos, detrás de los gobiernos suelen situarse los grandes grupos financieros y empresariales. De hecho, los medios de comunicación privados suelen depender en gran medida de su apoyo económico, sea porque controlan su propiedad o por medio de la publicidad que les contratan. Y estos grupos apuestan, básicamente, por una estabilidad y continuidad del modelo político y económico vigente. No quiero decir con esto, que sean los que mueven los hilos del Poder en la sombra y que los gobiernos y los políticos no sean más que simples títeres suyos. No, no estoy diciendo eso. De hecho, creo que la interrelación entre unos y otros debe ser bastante más compleja de lo que parece. Pero lo importante es que eso crea una especie de coalición de intereses que, por una parte, proporciona esa estabilidad que, con más o menos matices, la mayoría de los ciudadanos desean, pero, por otra parte, actúa con todos los medios a su alcance para moldear y direccionar a la opinión pública en el sentido que a ellos les parece más conveniente, reduciendo con ello los escasos márgenes de libertad de que disponemos los ciudadanos.
Como ya me he referido a esto en otras ocasiones no me extenderé más sobre ello. Pero lo que me importa señalar ahora es hacia qué clase de democracia vamos. Y si nos dirigimos hacia un sistema político en el que el voto de la ciudadanía esté cada vez más manipulado y todos estemos más aborregados y alienados, tendremos que admitir que esta democracia no nos sirve. En tal caso, tendremos que reinventarla, recuperando su esencia. Y hay margen para ello.
Por una parte, el hartazgo de la gente con el sistema político actual, unido al malestar creado por la crisis económica y la falta de confianza en el futuro, está creando el caldo de cultivo para que surjan nuevas opciones políticas. Y no me refiero solo a la aparición de partidos como Ciudadanos y Podemos, porque lo más probable es que estos se quemen en unos años. Pero después surgirán otros. Por otra parte, las posibilidades que ofrecen Internet y las nuevas tecnologías están facilitando la aparición de nuevos periódicos, televisiones y foros de opinión y debate más independientes, lo cual contribuirá a que la gente se forme su opinión más libremente. Por otra parte, esta situación de crisis parece estar animando a muchas personas a comprometerse en la activación de nuevas formas de participación política, en una especie de regeneración desde abajo. Y esto último es la clave.
En realidad, lo único que puede impedir el adoctrinamiento progresivo de los ciudadanos en este sistema político es que estos perciban la amenaza y decidan activarse y organizarse para ampliar su comprensión de la realidad, generar visiones y políticas alternativas, y llegar a ser capaces de imponérselas a las organizaciones políticas y económicas que detentan el poder. En definitiva, solo tenemos dos opciones: o nos resignamos a ser pastoreados, o aprendemos a vivir fuera del rebaño, asumiendo entonces el compromiso de ejercitar y profundizar en la libertad de opinión, de promover su extensión en el seno de la sociedad y de poner en marcha iniciativas sociales y políticas autónomas e independientes de los grandes poderes públicos y privados mencionados.  



NUESTRO SISTEMA POLÍTICO ¿ES UNA DEMOCRACIA?




MANUEL ALFONSECA MORENO

Universidad Autónoma de Madrid

 

La estadística demuestra [1] que no existe ningún sistema de elección democrática perfecto: todos son injustos o contrarios a la intuición en algún sentido. Cualquier sistema diseñado para arreglar un problema concreto, introduce otro, aunque (por supuesto) algunos sistemas provocan más problemas que otros.


Sea cual sea el procedimiento electoral, podemos preguntarnos si un sistema político como el nuestro puede calificarse de democracia. La respuesta la dio Aristóteles hace más de dos milenios. En su Política clasificó los sistemas de gobierno en seis grupos, de acuerdo con la siguiente tabla:

Buenos
Malos
Gobierno de uno
Monarquía:
gobierno del mejor
Tiranía:
gobierno del más poderoso
Gobierno de pocos
Aristocracia:
gobierno de los mejores
Oligarquía:
gobierno de los más ricos
Gobierno de muchos
Democracia:
gobierno de todos (del pueblo)
Demagogia:
gobierno de los que engañan al pueblo

De una simple observación de la tabla se deduce que nuestro sistema no es una democracia, sino que se parece más a una demagogia. Uno de nuestros políticos, Enrique Tierno Galván, tuvo la sinceridad y la desfachatez de reconocerlo, cuando dijo aquello: Ya se sabe que las promesas electorales se hacen para no cumplirlas.
Por otra parte, el sistema de partidos políticos con listas cerradas y bloqueadas, se aleja aún más de la democracia y se aproxima a la oligarquía, entendida en este caso como gobierno, no de los más ricos, sino de los mediocres. Léase lo que dice al respecto el sociólogo más importante del siglo XX [2]. Obsérvese con qué exactitud nos describe, con sesenta años de anticipación.
Todo esto no es ninguna sorpresa. En su Política, Aristóteles constató también que todo sistema político bueno tiene una tendencia irreprimible a corromperse, convirtiéndose rápidamente en el malo correspondiente: la monarquía en tiranía; la aristocracia en oligarquía; la democracia en demagogia. Además, para Aristóteles el mejor sistema es la monarquía, seguido por la aristocracia y finalmente por la democracia. Entre los malos, sería preferible la demagogia, seguida por la oligarquía, y por el peor de todos, la tiranía. De la combinación de ambas cosas se deduce que más vale partir de una democracia, porque cuando inevitablemente se corrompa se convertirá en el menos malo de los sistemas malos.

¿No se podría hacer algo para refundir nuestro sistema político actual, aproximándolo más a una democracia, alejándolo de la demagogia en que no tardó en caer tras la transición, e introduciendo algunas trabas que dificulten la recaída?
Se me ocurre una forma de hacerlo. En primer lugar, sería preciso asegurar la separación de poderes, apartando el ejecutivo del legislativo y del judicial, pues ahora están entrelazados y todos dependen del resultado de una única elección que se realiza cada cuatro años. Propongo lo siguiente:

1. El poder legislativo se elegiría como ahora, por medio de elecciones periódicas entre candidatos independientes y con listas abiertas. Su misión sería el control del gobierno y la aprobación, enmienda o rechazo de las leyes propuestas por el gobierno, por ellos mismos o por cierto número mínimo de ciudadanos.
2. El poder ejecutivo se asignaría por sorteo cualificado, realizado cada dos años entre los ciudadanos. El presidente, por ejemplo, se sortearía entre todos los españoles que cumplan ciertos criterios cuidadosamente especificados. El ministro de sanidad, entre los profesionales de la medicina con edad comprendida entre los 40 y los 70 años (por ejemplo). El de educación, entre los profesionales de la educación. El de defensa, entre los militares retirados de alta graduación. Y así sucesivamente, hasta un máximo de ocho ministerios. Todos los cargos por debajo de los ministros se profesionalizarían, alcanzándose por alguno de los métodos usuales: concurso de méritos, oposición o ascenso justificado.
3. El poder judicial se elegiría o sortearía entre los profesionales del derecho. No habría en el gobierno un ministerio de justicia.

Naturalmente, para instaurar un sistema así habría que cambiar la constitución, lo que está ahora en manos de los partidos políticos, que perderían toda su influencia si esta reforma se aprobara. Una situación semejante se dio en España al inicio de la transición, cuando el parlamento franquista aprobó su propia disolución y un cambio de reglas del juego que les privó del poder político. Entonces hubo quien supo dirigir el proceso. ¿Habrá ahora alguien capaz de ello?

[1] La elección más justa, Investigación y Ciencia, jun.2004.
[2] La forma actual de organización de partido conduce a que sean elegidos como dirigentes las mediocridades y los hipócritas. No siendo tolerada la independencia de pensamiento, los individuos de mentalidad original, valientes y honrados, evitarán adherirse al partido. O si se incorporan, permanecerán en calidad de minoría ineficaz… Se establece entonces una oligarquía de la mediocridad. En su intento de obtener la mayor cantidad posible de sufragios, los partidos prometen al pueblo ríos de leche con orillas de crema helada. Sus programas, muchas veces contradictorios, permanecen vagos, indefinidos y oscuros, imposibles de realizar en sus puntos fundamentales. La voluntad de las masas es ignorada antes y después de las elecciones. Las promesas de los partidos no son tomadas en serio apenas consiguen ser elegidos. De ahí la indiferencia y la declinación del espíritu creador de las masas. Los ciudadanos no se interesan por los desórdenes de la vida pública, pues son aprobados por el partido, que sofoca toda individualidad. En vez de educar al individuo para la libertad, el partido lo acostumbra al servilismo. P. Sorokin, Sociedad, cultura y personalidad, 1947.



¿DEMOCRACIA COMO ESTILO DE VIDA?




La democracia como estilo de vida, no es un sistema electoral o elección gubernamental es un conjunto de reglas de conducta orientadas a una convivencia ordenada y a un estilo de vida basado en el respeto a la dignidad humana y la búsqueda del bien común.


Tucídides en su Historia de las Guerras del Peloponeso pone en boca de Pericles una oración fúnebre dedicada a los primeros atenienses muertos en dichas luchas, en la que describe la democracia ateniense como un régimen que imprimía carácter a toda la vida de Atenas en sus diversas actividades.

“Nuestro régimen político es la democracia, y se llama así por los derechos que reconoce a todos los ciudadanos. 

Todos somos iguales ante la ley, y cuando la república otorga honores a algún ciudadano lo hace en consideración a sus virtudes y no a su rango social. Todos exponemos libremente nuestras opiniones sobre los asuntos públicos; y en la vida privada, no miramos con ojos recelosos, las acciones de los demás, no juzgamos pecaminosas sus alegrías, ni nos presentamos ante ellos con esa frente severa que, si no hiere, aflige. 

Por la institución de los juegos públicos y de las fiestas anuales y por el tono agradable y dulce de nuestra vida privada ofrecemos al espíritu recreos en que descanse nuestra fatiga, y cada día tiene sus alegrías que disipan nuestros disgustos. No nos preocupan las miserias ni los trabajos antes que vengan; y cuando llegan los sufrimos con tanto ánimo y corazón como los que se han pasado la vida en continua tortura para acostumbrarse a sufrirlos. 

Nos comunicamos sin pesadumbre unos a otros nuestros bienes particulares, y aunque no reine la austeridad en nuestra vida, aunque en ella ocupen un lugar importante las diversiones, cumplir espontáneamente y no por miedo a ningún castigo todas las leyes, y especialmente aquellas que han sido dictadas en favor de los oprimidos. 

Nuestra ciudad se halla abierta a todos los hombres; ninguna ley prohíbe en ella la entrada a los extranjeros, ni les priva de nuestras instituciones y nuestros espectáculos; nada hay en Antenas oculto, y se permite a todos que vean y aprendan en ella lo que bien les pareciere, sin esconderles ni aquellas cosas cuyo conocimiento puede aprovechar nuestro enemigo, porque confiamos para vencer no en preparativos misteriosos ni en ardides y estratagemas, sino en nuestro valor y en nuestra inteligencia. 

Tenemos el gusto de lo bello y cultivamos la filosofía, sin que ello debilite nuestro carácter. Si poseemos riquezas, no es para guardarlas ociosas, ni para envanecernos de su posesión, sino para emplearlas productivamente. Para nadie es vergonzoso entren nosotros confesar que es pobre; lo que sí es vergonzoso es no tratar de salir de la pobreza por medio del trabajo. Todos los ciudadanos, incluso los que se dedican a los trabajos manuales, toman parte de la vida pública; y si hay alguno que se desinteresa de ella, se le considera como un hombre inútil e indigno de toda consideración. 

Examinamos detenidamente los negocios públicos porque no creemos que el razonamiento perjudique la acción; lo que si creemos perjudicial para la patria es no instruirnos previamente por el estudio de lo que debemos ejecutar. Esto hace que tengamos al mismo tiempo inteligencia para razonar los actos que debemos ejecutar, y audacia para ejecutarlos, diferenciándonos así de los demás pueblos, en que la ignorancia los vuelve audaces, y la razón inactivos. Y los hombres verdaderamente valerosos son aquellos que sabiendo discernir bien lo que puede ser agradable y lo que puede ser terrible en la vida, afrontan sin temor los peligros en nombre de su patria. 

Celebrar la gloria de nuestra patria es adornar con los elogios merecidos sus virtudes colectivas y la de los hombres que han muerto por ella. La muerte a expuesto su valor a plena luz; a comenzado por darlos a conocer y ha acabado por abrirles las puertas de la inmortalidad. 

La tumba de los grandes hombres es el universo entero; no tiene necesidad de destacarse por inscripciones grabadas en columnas costeadas por la república o en sepulturas privadas; su memoria vive en un monumento imperecedero porque se eleva en el corazón de todos los hombres.” 

 LA DEMOCRACIA COMO ESTILO DE VIDA
 DEMOCRACIA COMO FORMA DE GOBIERNO

·         El reconocimiento de la dignidad de la persona humana
·         El respeto de los derechos de las personas
·         La igualdad de oportunidades para que todos los ciudadanos participen en el destino de la sociedad
·         La búsqueda del bien común como objetivo fundamental de la sociedad
·         La limitación del poder de las autoridades y su control por el pueblo
·         La tolerancia de opiniones, ideas y gustos

·         Las autoridades son elegidas periódicamente, mediante elecciones populares
·         La autoridad es ejercida por funcionarios que integran los distintos poderes del Estado
·         Se respetan los derechos de los ciudadanos
·         En determinadas ocasiones se consulta al pueblo para la toma de decisiones de gobierno



PRINCIPIOS DE CONDUCTA A SEGUIR:

 

Democracia como forma de organización política:

  • respeto a la voluntad popular.
  • división de Poderes.
  • periodicidad de funcionarios.
  • acceso a cargos.
  • voto Universal, Secreto, Igual y Obligatorio.
  • publicidad en los actos de gobierno.
  • rendición de cuentas.
  • participación en los asuntos de interés público y político.
  • ser tolerante ante diferencias con otros.
  • valorar la libertad, la justicia, la solidaridad con otros.
  • preferir el diálogo a la violencia.
  • aceptar responsabilidad por acciones propias.
  • conocer y estar informado sobre los sucesos de interés público y político.

El objetivo fundamental es evitar el abuso del poder.

 Democracia como estilo de vida:

  • libertad e igualdad.
  • respeto por la ley, la verdad y los Derechos Humanos.
  • honestidad y transparencia.
  • gobernantes y gobernados al servicio del Bien Común.
  • idoneidad de los funcionarios.
  • justicia.
  • respeto por las opiniones de las personas.
  • búsqueda permanente por el Bien Común.

Esto permite el pleno desarrollo de la Persona Humana.

 

Por lo tanto, podemos decir que para que la democracia funcione como un sistema político debe estar vigente diferentes condiciones:

  • respeto a la voluntad popular que es la fuente de legitimidad de la democracia.
  • existencia de una constitución estableciendo división de poderes, derechos y garantías de los ciudadanos y el resto de las leyes que limitan el poder de los gobernantes.
  • periodicidad de las funciones de gobierno (se trata de impedir la perpetuación de los funcionarios en el poder).
  • acceso a los cargos: todos los ciudadanos son libres y están en igualdad de condiciones jurídicas para elegir y ser elegidos a través del voto, sin restricciones y acorde a las leyes.
  • gestión transparente: las decisiones deben hacerse públicas para que el pueblo las conozca, caso contrario se favorece a que existan situaciones de corrupción.
  • rendición de cuentas: ayuda a la transparencia de los actos de gobierno. Los gobernantes, legisladores, etc., tienen la responsabilidad ante el pueblo que los eligió.
  • el respeto por la verdad crea un clima de confianza entre gobernantes y gobernados permitiendo construir una política realista y creíble. Además, la honestidad contribuye a este clima de confianza. Es importante que se puedan anteponer los intereses personales al bien común tanto de gobernantes como gobernados.
  • la idoneidad de los funcionarios también debe estar presente, que deben estar capacitados para servir adecuadamente a la sociedad que los eligió. Los mandatarios son los gobernantes y los mandantes es el pueblo.
  • la justicia tiene su principio ordenador en la ley; deben existir normas claras y una justicia independiente.
  • la protesta social por parte de los ciudadanos ayuda a precisar el tipo de sociedad que deseamos vivir, ésto significa no sólo estar informados, sino salir a protestar, señalar errores, exigir el cumplimiento de ciertos bienes básicos, para que se puedan concretizar.
  • la palabra democracia ( demo=pueblo , kratos=gobierno, autoridad). El poder reside en el pueblo y los ciudadanos somos quienes delegamos ese poder mediante el voto, por un tiempo determinado y para una función determinada.
  • los funcionarios deben cumplir sus obligaciones, deben brindar explicaciones por su conducta pública, deben escuchar la opinión de los ciudadanos, deben escuchar la opinión de la oposición y también de las minorías ( étnicas, religiosas, culturales o de otra índole).

LA DEMOCRACIA COMO ESTILO DE VIDA CRISTIANO



LOS QUE QUIERAN TRATAR A PARTE LA POLITICA Y LA MORAL.NO ENTENDERAN PALABRA NI DE UNA NI DE OTRA.
Emilio J.J. Rosseau.
El estilo de vida cristiano:
La democracia auténtica se basa en la dinámica de la acción individual y en el respeto irrestricto a los derechos y libertades fundamentales de la persona. En los mecanismos democráticos, el ciudadano es un sujeto político que hace conocer su voluntad para que esta sea parte de la voluntad gobernante. Debe tener la facultad de poder deliberar con el resto de los individuos en igualdad de condiciones para lograr decisiones legítimas[4] y de decidir las discrepancias y divergencias resultantes de tales deliberaciones por mecanismos de participación y votación.
Estos mecanismos provocan una tensión entre el individuo y "los otros", que produce una dicotomía en la sociedad que contiene en sí misma las libertades del individuo y la soberanía de un pueblo como un todo, aun cuando esto signifique limitar ciertas libertades –y por lo tanto intereses– individuales en aras del bien común.[5] La libertad y la equidad (que no es lo mismo que la "igualdad"), el individuo y la comunidad, el ciudadano y el Estado, forman dinámicas que entran en tensión constante, hasta el extremo de que pueden polarizarse si no se respeta el Estado de derecho y son capaces de empujar a la sociedad afectada al caos de la oclocracia y a su ulterior consecuencia, el totalitarismo.
Muchos politólogos famosos, como Robert Dahl (La Poliarquía, Participación y oposición; Editorial REI, Bs. As, 1989), han definido abundantemente los muchos mecanismos –y también las muchas condiciones para que estos mecanismos funcionen– para que un sistema pueda calificarse como “democracia”.  Pero ya estamos viendo en el caso venezolano y otros más en varios continentes, que el mecanismo por sí solo no garantiza la práctica genuina de la democracia.  El mecanismo democrático se convierte entonces en una farsa.
Bachrach, Macpherson y Pateman afirman que para que haya una sociedad más equitativa es necesario un sistema político más participativo.[6] Rescatan la dimensión de la democracia que hace referencia a la participación de los ciudadanos en el proceso de toma de decisiones. La democracia no sería entonces sólo un método: posee una dimensión ética, implica una dimensión amplia de lo político que abarca no sólo las instituciones representativas gubernamentales sino aquellos espacios en los que se toman decisiones que afectan los valores sociales.
EL CRISTIANISMO SE FUNDA EN VALORES EMANADOS DE LA DOCTRINA DE JESÚS, EL CRISTO.  SER CRISTIANO ES TODO UN ESTILO DE VIDA BASADO EN LA TOLERANCIA Y EL AMOR COMO PROMOTORES DE UN PROPÓSITO COMÚN QUE ASPIRA A LA PERFECCIÓN.  ES UNA CONVICCIÓN COMPARTIDA DE QUE PODEMOS ALCANZAR ENTRE TODOS UNA EXISTENCIA MEJOR Y CONVIVIR EN PAZ.
Hemos aprendido que todos formamos parte de una conciencia universal que conforma la dignidad intrínseca e inalienable del ser humano.  Ese concepto, que los antiguos denominaban como ley natural, ha permitido el reconocimiento universal de los derechos humanos como norma codificada obligatoria que nos protege de los abusos y arbitrariedades que provocan las pasiones y ambiciones desmedidas.  Y este reconocimiento es el resultado de las tradiciones milenarias trasmitidas de generación en generación hasta nuestros días.
Las enseñanzas y la tradición cristianas reconocen esa ley natural y han estructurado en su doctrina los preceptos del derecho natural que antecede a todas las leyes porque todo ser humano es una célula elemental de un solo y mismo cuerpo, el de toda la Humanidad.  En otras palabras, es lo que nosotros llamamos “el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia”, en el concepto católico (universalista) que abarca a todos los hijos de Dios.  Por lo tanto, todos tenemos los mismos derechos para poder beneficiarnos del mismo respeto y gozar de la misma libertad, independientemente del país, la cultura o el régimen político en que vivamos.
Es decir, que asumir un estilo de vida cristiano no proscribe la práctica de otras religiones o creencias, sino que implica que se respetan los fundamentos de ese derecho natural que forma parte de la ética y la estructura jurídica de la denominada “Civilización Occidental”.  Los fundamentos de este estilo de vida son la comprensión y el amor al prójimo, que unifica esa iglesia universal que nos plantea Pablo en su Epístola a los Efesios, que no hace distinciones entre judíos y gentiles y que abarca a todas las culturas.
La visión de Jacques Maritain
Jacques Maritain publicó en el siglo XX varias obras que abundan sobre este tema.  Entre ellas, destacan “Humanismo Integral”, donde plantea la proyección política de la ética cristiana, “El Hombre y el Estado”, donde nos dice que “el Estado es un instrumento al servicio del hombre” y “Los Derechos del Hombre y la Ley Natural”, que analiza profundamente los parámetros del tema que ahora nos ocupa.
En “El Hombre y el Estado”, Maritain afirma que “en una democracia la vocación de liderazgo –al contrario de la siniestra imagen que nos ofrece el partido único de los Estados totalitarios– debería normalmente ser ejercida por pequeños grupos dinámicos libremente organizados y múltiples por naturaleza, que no estuvieran interesados por los éxitos electorales, sino que se entregaran por entero a una gran idea social y política, y que actuasen como un fermento en el interior o al exterior de los partidos políticos”.[7] Nos plantea aquí, ni más ni menos, un estilo de vida tanto cristiano como democrático en perfecta simbiosis.  En otras palabras, el desarrollo de una verdadera vocación política guiada por la ética cristiana, porque, según sus propias palabras, “el derecho del pueblo a gobernarse a sí mismo procede de la ley natural”.[8]Y la ley natural es un concepto cristiano en cuya formulación la Iglesia (como cuerpo compuesto por todos los seguidores de Cristo) reclama primacía de lo espiritual.  Nos dice Maritain:  “la dignidad y la autoridad superior de la Iglesia se afirman, no en virtud de una coacción ejercida sobre el poder civil, sino de las luces espirituales que aporta a las almas de los ciudadanos, que han de juzgar en conciencia sobre todo asunto referente al bien común político”.[9]
La democracia no es obediencia, sino libertad. ¡Ah! Pero una libertad basada en el derecho natural y en el respeto de su manifestación jurídica internacional, que es el conjunto de instrumentos que componen la Carta Internacional de Derechos Humanos, entre los cuales, la Declaración Universal es la más famosa y conocida.[10]
En otras palabras, la democracia es un choque de voluntades, de proyectos y de ambiciones, un choque que se manifiesta por el derecho a disentir, a decir que ¡NO!  Pero no porque se aspire a la anarquía, ni a la oclocracia, ni a la dictadura de las mayorías que avasallarían el derecho natural y violarían los derechos humanos y las libertades fundamentales, sino porque ese choque y ese rejuego de rivalidades y aspiraciones se desenvuelve en un ambiente de concordia donde impera el derecho y se resuelve con un amplio mecanismo de consenso mediante la participación popular en las decisiones públicas.  Esta noción del consenso prescribe determinados derechos y libertades que tienen precedencia y son inalienables y no pueden ser socavados ni violados por las decisiones de una mayoría.  En el reconocimiento de esos derechos y libertades fundamentales consiste el consenso democrático.
Aquí encaja el concepto Maritainiano de que los rasgos característicos de una sociedad de hombres libres son que esa sociedad es personalista, comunitaria y pluralista.
PERSONALISTA porque la dignidad humana antecede a la sociedad y el Estado está al servicio de la persona;
COMUNITARIA porque tiende al consenso que busca el bien común y que acata la autoridad legítima que deriva del mandato popular (conceptos elaborados siglos antes por Sto. Tomás); y
PLURALISTA porque las personas se asocian naturalmente en grupos variados y no deben ser nunca discriminados por las mayorías ni, mucho menos, por una minoría gobernante.
Para que estos rasgos sustenten los mecanismos democráticos de intervención en las decisiones públicas es indispensable que éstos se rijan por el principio de subsidiariedad.  Este principio establece que una estructura social de orden superior no debe interferir en la vida interna de un grupo social de orden inferior, privándole de su autonomía y, en consecuencia, privándole del pleno ejercicio de sus competencias.  ¡Todo lo contrario!  Su función –en tanto que estructura de orden superior– debe consistir en sostenerle, ayudarle a conseguir sus objetivos y coordinar su acción con la de los demás componentes del cuerpo social, a fin de alcanzar más fácilmente los objetivos comunes a todos. Es decir, la sociedad debe dejar a las personas o los grupos que la componen todo lo que ellos puedan realizar responsable y eficazmente a su nivel. En otras palabras, implica un alto grado de descentralización del poder del Estado, como lo plantea claramente la Doctrina Social de la Iglesia.[11]
Hay que insistir también en que es obligación insoslayable de los gobernantes, en el proceso de administrar los mandatos de su pueblo, gestionar el bienestar y la felicidad de los ciudadanos del país, la provincia, el municipio o la ciudad o pueblo a su cargo. No hay pretextos válidos para justificar el fracaso de esta gestión, porque esa es la única razón de ser de los gobernantes.
Resumen
Es importante subrayar que el derecho natural no es una ley escrita, sino que se trata de una evolución del pensamiento correlativa a los progresos de la conciencia moral. Esta conciencia moral, que da luz al derecho natural, es el resultado espontáneo de nuestra capacidad de comprender nuestra propia trascendencia ante la creación.
Los cristianos identificamos esta conciencia moral y esta trascendencia como una relación armoniosa de todas las leyes naturales y espirituales que se manifiestan en todo lo creado como una Conciencia Divina que inspira nuestras vidas y nuestras acciones. El ser humano, al comprender su propia trascendencia, recibe la Revelación, a través de las enseñanzas de Jesús, en su ser interno. Esa es nuestra conciencia: una fuerza interna que nos señala el camino a seguir por nuestra vida para cumplir con la misión que nos da razón de ser y para la que hemos nacido.
Nuestra conciencia es la depositaria de esa evolución del pensamiento y de esa percepción moral que denominamos derecho natural, que vive en nuestro ser interno y, por lo tanto, es inherente e inalienable. Jacques Maritain nos dice claramente que “la ley natural y la luz de la conciencia moral no nos prescriben solamente cosas que se deben hacer o no hacer”, sino que “también reconocen derechos”[12] y, por lo tanto, añade que “la verdadera filosofía de los derechos de la persona humana reposa sobre la idea de la ley natural. Es la ley natural la que nos prescribe nuestros deberes más fundamentales y en virtud de la cual toda ley obliga, y es también la que nos asigna nuestros derechos fundamentales”.[13]
Por lo tanto, al hablar de un estilo de vida que reconoce todos estos principios y postulados, hablamos específicamente de un estilo de vida cristiano que se basa en la tolerancia y el amor como promotores de un propósito común que aspira a la perfección.
Esas cualidades de tolerancia y amor propician la colaboración y la fraternidad entre todos nosotros para seguir los dictados de nuestra conciencia, que reflejan los principios inalienables del derecho natural.
Tenemos que ser muy cuidadosos de no apoyar tendencias políticas o ideológicas que alejen a la sociedad de la idea sublime de un Dios que podamos comprender y llevar en nuestro corazón como origen y fundamento de todas las cosas. Sin necesidad de confrontar creencias religiosas, basta con que aspiremos a la Verdad con una humilde predisposición ecléctica y ecuménica.
Las vicisitudes de la existencia nos impulsan a interrogarnos sobre la razón de nuestra presencia sobre la Tierra. Esta búsqueda de una justificación es natural, ya que forma parte integral del alma humana y constituye el fundamento de su evolución. Por otra parte, los acontecimientos que marcan la historia no se justifican por el solo hecho de haber acaecido, sino que postulan una razón que les es externa. Pensamos que esta razón de ser se integra a sí misma en un proceso espiritual que nos incita a cuestionar los misterios de la vida. De ahí el interés que otorgamos al misticismo y a la “búsqueda de la Verdad”. Si esta búsqueda es natural, nos sentimos elevados a la esperanza y al optimismo por una convicción íntima de nuestra naturaleza divina y por un instinto biológico de supervivencia.
A este respecto, la aspiración a la Trascendencia aparece como una exigencia vital del ser humano y se convierte en un estilo de vida que no sólo respeta a la creación y al espíritu divino que es su origen sino también a nuestros semejantes en ese concepto cristiano que nos iguala.
Esta igualdad cobra carácter jurídico en los mecanismos que permiten el desarrollo de una democracia auténtica.  La democracia es una OBRA DE TODOS, incluso de los perdedores en el proceso político de tomar decisiones, porque todos contribuimos a la controversia enriquecedora de la diversidad.  Y es nuestro estilo de vida cristiano lo que le da impulso, cohesión y razón de ser.  Un estilo de vida cristiano que se manifiesta con nuestra solidaridad, tolerancia y respeto por el derecho ajeno.  Un estilo de vida basado, ni más ni menos, en el amor a nuestros semejantes.
«El desarrollo necesita cristianos con los brazos levantados hacia Dios en oración, cristianos conscientes de que el amor lleno de verdad, caritas in veritatedel que procede el auténtico desarrollo, no es el resultado de nuestro esfuerzo sino un don. Por ello, también en los momentos más difíciles y complejos, además de actuar con sensatez, hemos de volvernos ante todo a su amor.»[14]

TIPOS DE DEMOCRACIA:








ESTADO DE DERECHO

FORTALEZA DE LA DEMOCRACIA



 CARACTERÍSTICAS DEL ESTADO DE DERECHO
El estado de derecho se expresa y realiza en la norma legal, pero también en la definición y el funcionamiento efectivo de las instituciones, así como en la cultura y las prácticas políticas de cada individuo. En el estado de derecho prevalece el gobierno de las leyes sobre el arbitrio de los individuos, al tiempo que se reconocen y garantizan las libertades de los ciudadanos.
a. El imperio de las leyes: todo estado que se considere de derecho debe respetar sus leyes y especialmente su Constitución como norma máxima. Las normas son expresiones de la voluntad popular y deben someterse a ellas tanto gobernantes como gobernados. Se dice que la Constitución es norma máxima porque expresa una serie de valores socialmente compartidos que existen como patrimonio moral y político de una comunidad específica
b. El respeto y la garantía de los derechos humanos: el ordenamiento jurídico de un estado de derecho contempla los mecanismos o recursos que se pueden interponer en caso de atropello o violación. En nuestro país, estos instrumentos que defienden los derechos humanos son: Habeas Corpus, Acción de Amaro, Habeas Data, Acción de cumplimiento, Acción Popular y Acción de Inconstitucionalidad.
c. La separación de poderes: el poder es único y es la capacidad que tiene el estado para alcanzar su finalidad principal: el bien común. La separación de poderes no indica fragmentación, sino que se separan los poderes para evitar la concentración de poderes estatales que facilitarían el abuso de poder.
1.    El poder legislativo: representado por el congreso de la República cuya función principal es promulgar, derogar o modificar leyes.
2.    El poder ejecutivo: se encuentra representado por el Gobierno Central, el cual está conformado por el presidente de la República, el consejo de Ministros y las Fuerzas Armadas. Su función principal es administrar el Estado sin sancionar leyes ni dictar sentencias.
3.    El poder judicial: tiene como principal atribución administrar justicia en nombre de la nación a través de sus órganos jurisdiccionales (Corte Suprema de Justicia).


La corrupción en el Perú debilita el Estado de Derecho


CORRUPCIÓN Y LOS DERECHOS DE LA GENTE



 La corrupción impacta sobre los derechos humanos través de dos vías: se apropia de recursos que deberían servir para la sociedad y corroe las instituciones del Estado
  

De un lado, priva a las sociedades de recursos importantes que podrían servir para atender necesidades básicas en salud pública, educación, infraestructura o seguridad. La Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) ha indicado que el costo de la corrupción, en sus diversas modalidades, equivale a más del 5% del PIB mundial.   
Sobrecostos en obras públicas o contratos a través de los cuales se dispendia recursos públicos aparecen como las muestras más visibles y rutinarias de esto. Esa “tajada” extra es la que sirve de fuente para alimentar comisiones y enriquecimientos de particulares, a veces espectaculares. 
Por otro lado, la corrupción tiene consecuencias nefastas directas sobre el funcionamiento de las instituciones del Estado, en general, y, en particular, sobre los órganos encargados de asegurar el Estado de Derecho y la justicia. En una privatización corrupta del Estado, quienes desempeñan funciones públicas pasan a actuar, ya no en función del interés general, sino de interés particulares, a servir a la corrupción y no en el cumplimiento de la Constitución y la ley.
El “conflicto de intereses” –una de las principales vías de la corrupción- es una de las caras que encubren serios delitos en esa privatización corrupta de la cosa pública. De eso venimos conociendo recientemente mucho en el Perú: persona prestando privadamente asesoría “técnica” a una empresa que contrata con el Estado, esa misma persona ocupa simultáneamente un cargo público con capacidad decisoria en materias que conciernen precisamente a esa empresa asesorada. En suma, la apropiación del Estado para un beneficio delictivo personal.
En todo esto el sistema judicial ocupa el espacio capital. Primero, porque los corruptos y grupos criminales buscan atacar su independencia e imparcialidad para lograr impunidad o legitimación para sus actividades delictivas. Al penetrarlo, la corrupción debilita medularmente la administración de la justicia: impide el ejercicio del derecho de las personas a un juicio imparcial y menoscaba gravemente la confianza de la población en la judicatura. 
Al reducirse la confianza pública en la justicia, se debilita la capacidad de los sistemas judiciales de garantizar la protección de los derechos humanos y afecta las labores e independencia de jueces, fiscales, abogados y otros profesionales del ámbito jurídico con la coerción, la coacción o el soborno. 
Por otro lado, un sistema judicial independiente es lo fundamental para prevenir y enfrentar la corrupción. Víctima y objetivo de la corrupción, es, a la vez, el principal instrumento de la sociedad para enfrentarla y derrotarla. Paradoja que tiene que ser resuelta en beneficio de su independencia frente al poder político y toda la gama de poderes fácticos; desde el económico o mediático, hasta el de la corrupción y las redes de crimen organizado. 
En la positiva evolución institucional producida en el Perú en este ámbito luego de la recuperación de la democracia el 2000 destacan avances, perfectibles, por cierto, hacia una justicia y un ministerio público que son hoy mucho más independientes que en la historia republicana precedente.
Esto tiene dimensiones internacionales porque el crimen es globalizado y las respuestas deben serlo también. En la crucial Convención de la ONU contra la Corrupción, vigente desde el 2005, se asigna papel decisivo al sistema judicial en el combate contra la corrupción y se da importancia medular a la cooperación internacional entre sistemas judiciales. Varias de estas reglas ya se están aplicando. 
Es una causa de los derechos humanos enfrentar la corrupción y su penetración en la administración de justicia. En la hora presente ello supone actuar globalmente desde la administración de justicia para lo cual garantizar su independencia y fortaleza es esencial.

TEMA 02

¿QUÉ ES LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA?


LEER:




SEgún Instituto de Formación y Estudios en Democracia (IFED) del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) – Costa Rica.
La participación ciudadana es sin duda la base fundamental de la vida en democracia, ya que es el medio por el cual la ciudadanía se hace presente en la toma de decisiones de los asuntos públicos. Para que efectivamente se pueda participar, se necesita de dos condiciones: primero un sistema democrático que tenga reglas, espacios y mecanismos para participar, y segundo, la voluntad de cada persona para participar, para formar parte de una actividad o de un proceso de manera activa, y para que junto con otras personas se organice a fin de alcanzar un objetivo. La participación ciudadana inicia en los procesos electorales con el ejercicio del voto y con la elección de representantes, pero no se termina ahí, existe una serie de espacios y mecanismos que la hacen posible, y que abordaremos más adelante.

La participación de toda la ciudadanía es fundamental para la vida en democracia. Es por eso que a nivel internacional ha sido reconocida como un Derecho Humano.


Si bien la participación de las personas en la vida pública es un derecho reconocido en las leyes, participar es también un deber ciudadano básico, entre otras cosas porque si no participamos en la vida de nuestra comunidad y de nuestro país, estamos dando un cheque en blanco y con firma para que otras personas decidan en nuestro nombre, pero además vamos cediendo y perdiendo el derecho a pedir cuentas a las autoridades.


SEGÚN EL gOBIERNO DE LAS ISLAS BALEARES:
La participación ciudadana es una pieza fundamental del sistema democrático que promueve la construcción de una sociedad activa que ayudará a impulsar cualquier aspecto de la vida social, económica, cultural o política. Esta sociedad, mediante su implicación en los asuntos públicos, enriquece la acción del Gobierno y la dota de eficacia, pero, al mismo tiempo, este derecho ciudadano ayuda a generar un equipo de gobierno más exigente y de más calidad.
El proceso participativo es un diálogo constructivo y argumentado entre la ciudadanía y las instituciones, en qué tenemos la oportunidad de llevar a término un seguimiento del trabajo y la acción de nuestros gobernantes y de los asuntos públicos, y la posibilidad de colaborar en la construcción de una sociedad mejor. Con los procesos participativos las decisiones ganan legitimidad, representan un proyecto público y generan conocimiento y respeto entre la Administración y la ciudadanía.

SEGÚN Mauricio Merino – MADRID:

Hay un difícil equilibrio, pues, entre las razones que animan a la gente a participar y sus posibilidades reales de hacerlo. Pero también entre el ambiente que les rodea y su voluntad de intervenir de manera activa en ciertos asuntos públicos. Si como dice Fernando Savater - un conocido filósofo español -"la política no es más que el conjunto de razones que tienen los individuos para obedecer o para sublevarse", 1 la participación ciudadana se encuentra a medio camino entre esas razones. Y nunca se da en forma pura: así como el "ciudadano total" es una utopía, también es prácticamente imposible la participación idéntica de todos los individuos que forman las sociedades de nuestros días. Aunque el entorno político sea el más estimulante posible, y aunque haya un propósito compartido por la gran mayoría de la sociedad en un momento preciso, habrá siempre quienes encuentren razones más poderosas para abstenerse que para participar. Y aun en medio de la participación puesta en marcha, algunos aportarán más esfuerzo, más tiempo o más recursos que los demás. De modo que, a pesar de las buenas credenciales del término, la participación tampoco está a salvo de los defectos humanos: del egoísmo, del cinismo, de la enajenación de los individuos. De aquí el primer dilema que plantea el término: no todos quieren participar, aunque puedan, y no todos pueden hacerlo aunque quieran.

Pero, además, la participación no puede darse en condiciones de perfecta igualdad: igual esfuerzo de todos, para obtener beneficios - o afrontar castigos - idénticos. No sólo es imposible que cada individuo participe en todo al mismo tiempo, sino que también lo es que todos los individuos desempeñen exactamente el mismo papel. En cualquier organización, incluso entre las más espontáneas y efímeras, la distribución de papeles es tan inevitable como la tendencia al conflicto. Siempre hay, por lo menos, un liderazgo y algunos que aportan más que otros. De la congruencia de estímulos externos - surgidos del ambiente en el que tiene lugar la organización colectiva -, y de motivos individuales para participar, surge naturalmente la confrontación de opiniones, de necesidades, de intereses o de expectativas individuales frente a las que ofrece un conjunto de seres humanos reunidos. No se puede participar para obtener, siempre, todo lo que cada individuo desea. Lo que quiere decir que los propósitos de la organización colectiva sólo excepcionalmente coinciden a plenitud con los objetivos particulares de los individuos que la conforman: entre las razones que animan a cada persona a participar, y las que produce una organización de seres humanos, hay un puente tendido de pequeñas renuncias individuales. Y de aquí el segundo dilema del término: la participación no puede darse sin una distribución desigual de aportaciones individuales, ni puede producir, invariablemente, los mismos resultados para quienes deciden "formar parte" de un propósito compartido.


Dr. Manuel Orozco Director para Centroamérica en el Diálogo Interamericano,

Una de las características más importantes de los sistemas políticos es la de ofrecer mecanismos de interacción con sus constituyentes. Los sistemas democráticos descansan significativamente sobre la existencia de mecanismos de participación ciudadana. Cuanto mayor sea el nivel de participación ciudadana en los procesos políticos y sociales de un país, más democrático es un sistema. El ejercicio de la democracia depende del rol de la sociedad y sus ciudadanos. Sin participación ciudadana, la democracia pierde su razón de ser, representatividad y legitimidad.

El aumento gradual de las democracias recientes está vinculado a los procesos de liberalización política, así como a los intentos de extender la participación. Sin embargo, tales intentos no han sido profundizados a todos los niveles. Por tal razón es importante prestar atención a las modalidades de la participación y al estado de las condiciones que facilitan el desarrollo de la participación, especialmente en lo que atañe a Centroamérica.




LA PARTICIPACION CIUDADANA Y LA GESTION PUBLICA

LEER:
·         NUEVA GESTIÓN PÚBLICA
DEMOCRATIZACIÓN DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA
La inclusión de la participación ciudadana al trabajo en la gestión pública, busca incluir a los ciudadanos en lo público, con la finalidad de que sean parte de la construcción del país, representando sus intereses y puntos de vista. De esta forma se promueve que las políticas públicas implementadas sean pertinentes a las expectativas y necesidades de la población, y que junto con esto aporten de manera eficiente y cumplan con los objetivos deseados.

La participación ciudadana y el control social a la gestión pública corresponden a la concepción de un nuevo Estado, que permite y apoya la intervención de los ciudadanos en la gestión pública. Esta intervención busca que los ciudadanos participen vigilando la gestión del Estado y que cooperen prepositivamente para el mejoramiento de las funciones públicas y el uso de los recursos.

En el ámbito de la gestión pública acciones como las de rendir cuenta se constituyen como ejes centrales de cualquier gobierno democrático, el cual lleva consigo el responder a la ciudadanía por las acciones ejecutadas a lo largo de un periodo específico. La literatura identifica dos maneras de dar conceptualmente traducción al término, ambas relacionadas entre sí:
1.    Rendición Obligatoria de Cuentas: definición relacionada con la exigencia de transparencia de la acción pública para el control social del ejercicio del poder. Como una forma de evitar la corrupción, se busca transparentar las acciones mediante la periódica rendición de cuentas.
2.    Responsabilidad: concepto relacionado al ser y hacerse responsable y sensible a las acciones, actos y resultados que se relacionan con la misión de la organización de la cual se es autoridad, respondiendo frente a los resultados obtenidos.




CARTA IBEROAMERICANA DE CALIDAD EN LA GESTIÓN PÚBLICA:

Nos señala:
La Administración Pública desarrollará mecanismos de participación ciudadana, a lo largo de todo el ciclo de las políticas públicas. En particular, a través de comités consultivos, o grupos de trabajo con ciudadanos y representantes de la sociedad, foros, encuentros, jornadas de intercambio de experiencias con otras instituciones o Administraciones Públicas y actividades similares, o las encuestas de opinión y sistemas de recogida de sugerencias de mejora y atención de reclamos.

Las Cartas Compromiso o Cartas de Servicios al Ciudadano son documentos públicos con los cuales un órgano o ente público expresa sus compromisos asumidos en la prestación del servicio, especificando plazos de ejecución, estándares de calidad para el sistema de información y comunicación y los mecanismos de participación ciudadana.

Las Cartas Compromiso o Cartas de Servicios tienen que complementarse con un sistema de seguimiento y evaluación del cumplimiento de los compromisos expresados en las mismas, y estar sujetas a revisión, actualización y mejora continua. Asimismo, contemplar medidas de reparación o compensación en el caso de incumplimiento de los compromisos.

La Administración establecerá mecanismos adecuados para la comunicación y la difusión de información relevante para los ciudadanos. Dicha información incluirá los servicios que presta la Administración Pública y la forma de acceder a ellos, así como los derechos y deberes de los ciudadanos como destinatarios. Entre los posibles instrumentos, se pueden contemplar los siguientes: formularios, guías de servicios, publicaciones, folletos divulgativos, hojas de instrucciones, circulares, páginas de información sobre la organización y sus servicios ubicadas en Internet, puntos automáticos de información y consulta, u otros medios.

El desarrollo de procesos sistemáticos y organizados para obtener información a través de sugerencias, quejas y reclamos de los ciudadanos con respecto al servicio prestado, y la capacidad de escucha y de respuesta efectiva y eficaz. Dichos sistemas estarán formalizados y tendrán definido un procedimiento específico, en el que se asignen encargados, y estarán integrados en un proceso de evaluación, revisión y mejora continua de la calidad del servicio.





CARTA IBEROAMERICANA DE PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN LA GESTIÓN PÚBLICA

Reafirma:

Se considera que una gestión pública es buena si cumple satisfactoriamente con una serie de parámetros preestablecidos de integridad, eficiencia, eficacia, efectividad, igualdad y equidad, referenciados a un impacto positivo sobre el desarrollo social y la calidad de vida de las personas, para lo cual debe ser esencialmente democrática, lo que garantiza el logro de niveles de calidad y excelencia en su desempeño y resultados.

Las sociedades contemporáneas de Iberoamérica demandan, cada vez con mayor fuerza, la ampliación y profundización de la democracia como sistema político y, en particular, la democratización de la gestión pública. De suyo, la mejora de la gestión pública es consustancial al perfeccionamiento de la democracia.

Es así como surge como paradigma social la búsqueda de una democracia plena, que se soporte, entre otros, en los derechos de información, participación, asociación y expresión sobre lo público, esto es, en el derecho genérico de las personas a participar colectiva e individualmente en la gestión pública, lo que se puede denominar como el “derecho de participación ciudadana en la gestión pública”. El derecho de participación ciudadana en la gestión pública conlleva establecer mecanismos para ello, complementarios a los previstos para la representación política en el Estado.

La gestión pública participativa contribuye al desarrollo de los países, favoreciendo la inclusión y la cohesión social. El “derecho de participación ciudadana en la gestión pública” es apreciado como un derecho de todo habitante iberoamericano con respecto a la gestión pública del país en que reside en el ejercicio de los derechos que le conciernen o, en su caso, a la gestión pública vinculada a los procesos de integración regional o subregional. Así, el título de “ciudadano” y “ciudadana” en la presente Carta Iberoamericana no está referido a las personas con derechos exclusivos de ciudadanía o de nacionalidad sino a todo habitante con respecto a la gestión pública del país en donde reside, en el ejercicio de los derechos que le conciernen.

El mayor desafío de la participación ciudadana en la gestión pública es impulsar su universalización, para crear las condiciones que permitan que los sectores más vulnerables accedan a la participación ciudadana para la defensa y exigencia de sus derechos, estableciéndose como un medio para la transformación social. En particular, se tiene que garantizar la participación de los pueblos indígenas de América Latina, mediante procesos y formas de organización que les sean propias a su pluralidad y diversidad cultural. Asimismo, resulta un compromiso fundamental la presencia del enfoque de género en los procesos de participación ciudadana.

La participación ciudadana se tiene que orientar en general por el principio de corresponsabilidad social, por el cual los ciudadanos y las ciudadanas, individualmente o agrupados en colectivos, tienen que contribuir al bien común o interés general de la sociedad. En tal sentido, debería entenderse la correlación existente entre los derechos y los deberes que conlleva el ejercicio efectivo de la ciudadanía para el fortalecimiento de la democracia participativa. Otro desafío es que la participación ciudadana trascienda las esferas públicas locales para ser una práctica que se consolide en el nivel nacional. Igualmente, que supere su acción restringida a sectores de políticas públicas hasta alcanzar 2 una dimensión más integral en el proceso de formación de las políticas generales.

Cuando la Carta Iberoamericana se refiere a la gestión pública abarca tanto la que se realiza directamente a través del Estado, como a la que es compartida con las organizaciones sociales o el sector privado, o la que es gestionada directamente por éstos. Esta Carta reconoce que el Estado es esencial en la construcción de los intereses colectivos, en la búsqueda de un desarrollo con mayor equidad y justicia social, y como garante de un orden social democrático. Como requisito indispensable para la participación ciudadana la Carta Iberoamericana resalta la transparencia en la actuación del Estado y la responsabilización en el ejercicio del gobierno.

Bajo las consideraciones enunciadas, y asumiendo los principios contenidos en las precedentes Cartas Iberoamericanas de la Función Pública, de Gobierno Electrónico, y de Calidad en la Gestión Pública, así como en el Código Iberoamericano de Buen Gobierno, la presente “Carta Iberoamericana de Participación Ciudadana en la Gestión Pública” propone un lenguaje común sobre la democratización de la gestión pública en Iberoamérica para su mejora al servicio de los ciudadanos y las ciudadanas, y ofrece un marco de referencia no vinculante jurídicamente para que los Estados iberoamericanos puedan adaptar sus orientaciones a la idiosincrasia, historia, cultura, tradición jurídica y entorno institucional de sus sociedades.

CAPITULO PRIMERO.
OBJETO, FUNDAMENTOS Y PRINCIPIOS DE LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN LA GESTIÓN PÚBLICA

1.    La Carta Iberoamericana de Participación Ciudadana en la Gestión Pública tiene por objeto:
a.    Fijar las bases conceptuales y los componentes que constituyen la participación ciudadana en la gestión pública, como forma de mejorar la calidad de las democracias en Iberoamérica.
b.    Definir los contenidos básicos del derecho de los ciudadanos y las ciudadanas a participar en la gestión pública.
c.    Establecer un marco de principios rectores e instrumentos que contribuyan a alcanzar un lenguaje común en relación a la participación de los ciudadanos y las ciudadanas en la gestión pública.
d.    Servir como orientación para el desarrollo y la consolidación de modelos nacionales de participación ciudadana en la gestión pública.
e.    Recrear el necesario vínculo de confianza de los Gobiernos y sus respectivas Administraciones, en los ámbitos nacional, regional y local, con los ciudadanos y las ciudadanas, facilitando la información, la comunicación y la participación de éstos.
f.     Contribuir al cumplimiento de los compromisos emanados de instrumentos internacionales relativos a los derechos humanos, suscritos y ratificados por los Estados.

2.    A los efectos de la presente Carta Iberoamericana, se entiende por participación ciudadana en la gestión pública el proceso de construcción social de las políticas públicas que, conforme al interés general de la sociedad democrática, canaliza, da respuesta o amplía los derechos económicos, sociales, culturales, políticos y civiles de las personas, y los derechos de las organizaciones o grupos en que se integran, así como los de las comunidades y pueblos indígenas.

3.    La participación ciudadana en la gestión pública es consustancial a la democracia. Los principios democráticos de la representación política deben complementarse con mecanismos de participación de la ciudadanía en la gestión pública, que permitan expandir y profundizar la democracia y su gobernabilidad.

4.    La participación ciudadana en la gestión pública refuerza la posición activa de los ciudadanos y las ciudadanas como miembros de sus comunidades, permite la expresión y defensa de sus intereses, el aprovechamiento de sus experiencias y la potenciación de sus capacidades, contribuyendo de esta manera a mejorar la calidad de vida de la población. Asimismo, fomenta una nueva cultura, en la que la ciudadanía va adquiriendo una mayor disposición a informarse acerca de los asuntos públicos, a cooperar y a respetar la diversidad social y cultural, a interactuar dentro de ella y a favorecer la comprensión intercultural.

5.    Desde el punto de vista de los gobiernos la participación ciudadana en la gestión pública ayuda a abordar los conflictos y a propiciar acuerdos, así como a aumentar la legitimidad y efectividad de las decisiones.

6.    La participación ciudadana en la gestión pública constituye de forma simultánea para los ciudadanos y las ciudadanas:

a. Un derecho activo exigible a los poderes públicos, de forma que éstos establezcan y garanticen los cauces para su ejercicio en los procesos de gestión pública.
b. Una responsabilidad cívica como miembros de la comunidad en que se integran, bien de forma individual o bien mediante sus organizaciones y movimientos representativos.

7.    Los poderes públicos fomentarán el ejercicio del derecho de participación ciudadana en la gestión pública, destinando recursos, así como creando y potenciando las condiciones favorables para el ejercicio efectivo de este derecho, en especial de aquellos sectores en condición de exclusión y vulnerabilidad social.

8.    Los Estados iberoamericanos adoptarán políticas para que se desarrollen programas para la formación, sensibilización e información de los ciudadanos y las ciudadanas referidos a su derecho de participación en la gestión pública. De igual forma, apoyarán los esfuerzos autónomos de las organizaciones sociales y los ciudadanos y las ciudadanas para llevar a cabo acciones de formación ciudadana. En particular, promoverán la formación de los pueblos indígenas atendiendo a sus identidades culturales, así como a sus normas y procedimientos propios.

9.    Se llevarán a cabo iniciativas de educación, formación y sensibilización dirigidas a los servidores públicos, en relación a la participación ciudadana en la gestión pública.

10. La participación ciudadana en la gestión pública se basa en los principios siguientes:

a.    Constitucionalización: los Estados iberoamericanos procurarán constitucionalizar el reconocimiento del derecho de participación ciudadana en la gestión pública y regularán los mecanismos, procedimientos y garantías que éste requiere.
b.    Igualdad: la participación ciudadana en la gestión pública es un derecho de cada ciudadano y ciudadana, por lo que los Estados iberoamericanos deben establecer las garantías necesarias para que sea ejercido en igualdad de condiciones.
c.    Autonomía: la participación ciudadana en la gestión pública, para ser asumida como derecho de los ciudadanos y las ciudadanas, debe ejercerse con total autonomía de los actores sociales.
d.    Gratuidad: para que los ciudadanos y las ciudadanas puedan ejercer efectivamente su derecho de participación en la gestión pública, ésta tiene que ser gratuita.
e.    Institucionalización: los poderes públicos promoverán la creación, mantenimiento y correcto funcionamiento de las instituciones y mecanismos que hagan posible el ejercicio del derecho de participación ciudadana en la gestión pública, respetando la existencia de espacios y mecanismos de participación informal y espontánea.
f.     Corresponsabilidad social: la participación ciudadana es corresponsabilidad de los poderes públicos y de los ciudadanos y las ciudadanas.
g.    Respeto a la diversidad y no discriminación: en los procesos de participación ciudadana en la gestión pública se deberán respetar las particularidades, características y necesidades de los pueblos indígenas y afrodescendientes, así como de cualquier otro grupo poblacional, social y culturalmente diverso.
h.    Adecuación tecnológica: con el fin de incrementar la calidad, accesibilidad y eficacia de la participación ciudadana en la gestión pública, los poderes públicos promoverán la adaptación y la universalización del acceso a las nuevas tecnologías de información y comunicación como herramientas para la participación de los ciudadanos y las ciudadanas.

CAPÍTULO TERCERO
FORMAS DE PARTICIPACIÓN

La participación ciudadana en la gestión pública puede adoptar distintas formas según si se ejerce sobre la toma de decisiones públicas, sobre la actividad administrativa o sobre la evaluación de sus resultados, si se realiza individual o colectivamente o se institucionaliza a través de procedimientos, instancias o ambos y, por último, según los tipos de sujetos sociales concernidos.

La participación ciudadana en la gestión pública, ya sea en la formación de las decisiones, en la ejecución de éstas o en el seguimiento, evaluación y control de sus resultados, debe combinar formas orgánicas con formas procedimentales, teniendo en consideración tanto la necesidad de tender a la institucionalización de la participación como a la modificación de los equilibrios de poder a favor de aquellos que se encuentren subrepresentados en los circuitos de decisiones.

Para garantizar la participación individual y colectiva las Administraciones Públicas propiciarán:
a.    El acceso a información de interés general, su difusión activa y la posibilidad de consulta a través de medios físicos, audiovisuales y electrónicos.
b.    La difusión pública de los canales de comunicación abierta y permanente con cada área de la Administración.
c.    La invitación pública a la ciudadanía a vincularse con la Administración sin otro requisito que su condición de ciudadano y ciudadana.
d.    La respuesta en tiempo y forma adecuada a toda consulta, solicitud o propuesta presentada.
e.    La provisión de mecanismos participativos especiales para incluir a todo ciudadano y ciudadana que por su lengua, condición social y cultural, discapacidad, ubicación geográfica u otras causas tenga dificultades para comunicarse con la Administración, o limitaciones para acceder a los mecanismos de participación ordinarios.
f.     Instrumentar mecanismos de colaboración adecuados para que los pueblos indígenas, las comunidades o colectivos de ciudadanos, se estructuren y definan sus propias fórmulas de representación interna a fin de hacer viable el diálogo con las Administraciones Públicas.
g.    La gestión transparente de intereses a instancias de colectivos ciudadanos para manifestar reclamos, propuestas o consultas en el marco de las políticas y normas vigentes.

Para asegurar la debida representación social en los órganos de participación ciudadana es necesario respetar el tejido social existente y acudir a convocatorias públicas y abiertas a las organizaciones sociales. Asimismo, se propiciarán formas participativas abiertas e inclusivas que permitan la incorporación en la gestión pública de los intereses difusos y de los no organizados de la sociedad.

Los Estados iberoamericanos favorecerán la incorporación formal, con carácter consultivo o de gestión participativa, a las organizaciones sociales con fines públicos cuyos objetivos sean convergentes con las cuestiones específicas del ámbito de competencia de las instituciones públicas, y que además:
a.    Tengan reconocimiento legal y certifiquen pleno cumplimiento de las obligaciones legales que las abarcan.
b.    Apliquen para sí mismas los principios de rendición de cuentas, transparencia en la gestión, toma de decisiones participativas y apertura pública continua a todo ciudadano con voluntad de participar para contribuir con sus fines.
c.    Tengan en vigencia y pleno cumplimiento los mecanismos de designación y renovación de autoridades, así como las normas de acceso y gestión del empleo. d. Certifiquen su compatibilidad con el interés público que voluntariamente defienden.

La participación institucional de las organizaciones sociales con fines públicos debe contemplar criterios de igualdad, incluyendo en su convocatoria a organizaciones de menor envergadura o de especial ubicación territorial o social.

Los Estados iberoamericanos promoverán la regulación y la utilización de diversos canales que permitan la participación ciudadana en la gestión pública, en función de sus marcos normativos, tradiciones jurídicas e institucionales e instrumentos internacionales.

Los Estados iberoamericanos procurarán que sus ordenamientos jurídicos reconozcan a todos los habitantes el derecho genérico de participación ciudadana en la gestión pública y garanticen su ejercicio efectivo. Al menos se establecerán los derechos específicos siguientes:
a.    Intervenir en las distintas fases del proceso de formación de  políticas públicas.
b.    Presentar solicitudes, proyectos y propuestas en el ámbito competencial de los entes y órganos públicos de los diferentes ámbitos territoriales, así como recibir un trato digno y una oportuna y adecuada respuesta, independientemente del derecho de ejercer los recursos administrativos o judiciales correspondientes, de conformidad con la legislación aplicable.
c.    Vigilar y controlar la prestación de los servicios públicos y la inversión de los recursos públicos.
d.    Participar, a través del trámite previsto, en la elaboración, modificación y revisión de los proyectos normativos y disposiciones de carácter general que les afecten, en particular a determinados colectivos sociales.
e.    Ser consultado previamente y participar en la elaboración, modificación y revisión de las normas y decisiones que afecten a los intereses de los pueblos indígenas mediante procedimientos apropiados.
f.     Solicitar y obtener información pública necesaria, referida a la gestión pública, que sea completa, oportuna, veraz y actualizada.
g.    Ser informado expresamente sobre el derecho de participación ciudadana en la gestión pública, sus contenidos, las formas y procedimientos para su ejercicio y los entes y órganos de la respectiva Administración Pública competente con la que se pueden relacionar para participar.
h.    Denunciar ante las autoridades competentes, cuando se perciba la obstaculización del ejercicio de la participación, de conformidad con el ordenamiento jurídico nacional.
i.      Organizarse en colectivos sociales y organizaciones representativas de los ciudadanos y las ciudadanas, y conformar redes sociales, con miras a potenciar la capacidad de incidencia sobre la gestión pública.
j.     Seguir, medir y evaluar la gestión pública y sus resultados, de conformidad con las necesidades y ópticas de la ciudadanía, de los colectivos sociales y pueblos indígenas.
Al participar en la gestión pública, los ciudadanos, las ciudadanas y los grupos que ejercen el derecho de participación, tendrán, entre otras, las responsabilidades cívicas siguientes:
a.    Conocer y hacer un uso adecuado de los mecanismos de participación.
b.    Informarse sobre los aspectos de interés público, así como sobre las competencias asignadas a la entidad pública a la cual se dirija.
c.    Escuchar las razones presentadas por los representantes de la Administración Pública y, en los casos de ser necesaria la contra argumentación, hacerlo de acuerdo a razones que obedezcan a la mayor objetividad posible y mediante una actitud de diálogo.
d.    Respetar y propiciar decisiones públicas que prioricen el interés general de la sociedad. e. Intervenir en los procesos de evaluación de la participación ciudadana, así como de sus actuaciones, de manera que permita aprendizajes para su mejora.
Para hacer efectivo el derecho de acceso a la información pública, los ciudadanos y las ciudadanas podrán ejercer los derechos siguientes, de acuerdo con lo previsto en los ordenamientos jurídicos nacionales:
a.    Acceder a la información que obre en poder de las Administraciones Públicas, sin que para ello estén obligados a declarar un interés determinado.
b.    Acceder a los archivos y registros de las Administraciones Públicas.
c.    Ser asistidos en su búsqueda de información.
d.    Recibir la información que soliciten, en los plazos máximos establecidos en la norma correspondiente.
e.    Recibir la información solicitada en forma o formato accesible para quienes la demanden.
f.     Conocer los motivos por los cuales no se les suministra total o parcialmente la información, o en la forma o formato solicitados. Sin perjuicio del principio de gratuidad del proceso de participación, conocer las tasas y precios que, en su caso, sean exigibles para la recepción de la información solicitada, las normas que establecen dichas tasas y precios, así como las circunstancias en las que se puede exigir o dispensar el pago.



EN EL PERU – ETAPA DE CONSTRUCCIÓN

LEER:


En el Perú la propuesta de vincular a la ciudadanía con el estado es a través de la Secretaria de gestión Publica cual es la visión: la Modernización del estado en función de:






La interacción de la sociedad y el Estado exige que la administración pública cambie e incorpore la participación de modo efectivo y real en la dinámica de las entidades, es preciso entonces que las entidades públicas tengan la capacidad y tecnología necesaria para promover y generaren nuevos y diversos espacios de participación ciudadana.
El propósito central de este proyecto es producir y transferir tecnología a los organismos y entidades públicas para que abran su gestión a la participación ciudadana


Usted como ciudadano tiene el derecho y el deber de hacer control Social. Éste (el control social) permite prevenir, racionalizar, proponer, acompañar, sancionar, vigilar y controlar la gestión pública, sus resultados y la prestación de los servicios públicos suministrados por el Estado y los particulares, garantizando la gestión al servicio de la comunidad.



 Esta iniciativa pretende que las relaciones entre las instituciones y la ciudadanía sean más dinámicas, permanentes, horizontales, transparentes y participativas; facilitando herramientas y mecanismos para que las personas puedan ejercer sus derechos efectivamente, y con ello se vea fortalecida la democracia. Esta iniciativa busca tres objetivos:
1.   
   Que las instituciones públicas brinden a la ciudadanía información clara, accesible y oportuna.
2.    
     Que existan los mecanismos para que los recursos públicos puedan ser fiscalizados.
3.    Abrir espacios para que la ciudadanía en general pueda incidir en los procesos de toma de decisiones del sector público creando, ejecutando y evaluando de manera conjunta.












 VISIÓN DE “GOBIERNO ELECTRÓNICO LOCAL” (modelo asociativo)
Se piensa como una compleja relación entre tecnologías (TIC), procesos, estructuras y culturas al servicio de ciudadanos y usuarios y desarrollado conjuntamente con éstos últimos.
INCORPORA A LOS ACTORES DE LA VIDA LOCAL  EN
PREPARA SU ESTRUCTURA ADMINISTRATIVA PARA
UTILIZA LAS TIC PARA
 La definición de perfil local (industrial, turístico, comercial, rural, cultural, etc;)
 El diseño del portal según las necesidades (públicas y privadas) personalizadas de sus usuarios
 Un flujo comunicativo personalizado con las autoridades y otros miembros de la comunidad.
 La segmentación de la demanda del mercado potencial, con opción a idiomas
 La sensibilización acerca de los beneficios y oportunidades del buen uso de TIC.
 La actividad económica vinculando sus productos/ servicios/demandas con el mundo
 El asesoramiento on line a sus PyMEs/microempresas
  El desarrollo de un repositorio de información para la gestión y la memoria local, alimentado por los sectores de la comunidad y gobiernos,
  La creación de tecnologías de educación y capacitación a distancia
  El esfuerzo por convertir al portal en una empresa asociativa entre los sectores locales
 Transformar al gobierno en un ente pequeño, ágil y eficiente
 Simplificar trámites, reducir costos y mejorar la calidad de los servicios
 Agilizar la velocidad de respuesta
 Generar medios alternativos (ventanillas presenciales, 800..., etc.), siguiendo el mismo esquema de “Ventanilla única”
 Preparar los nuevos flujos informativos y de servicio de las ventanillas únicas electrónicas, telefónicas y presenciales.
 Designar responsables del mantenimiento de esos flujos y de la integración de todo el sistema, tanto público como privado
 Implementar programas de sensibilización y capacitación de sus funcionarios para el desarrollo de estas políticas
 Acondicionar su normativa para dar validez a estos cambios y seguridad a las transacciones.
 Garantizar la transparencia en su gestión

 Garantizar el acceso público a través del un portal
 Agilizar y abaratar los costos de todos los trámites (no papel).
 Generar mecánicas de comunicación y retroalimentación con los usuarios;
 Crear mecanismos de procesamiento automático de la información
 Permitir hacer trámites totalmente en línea garantizando la seguridad a los usuarios
 Facilitar la intervención de un mayor número de empresas en sus licitaciones
 Integrar en un modelo tecnológico (Internet/Intranet) a empresas de informática y comunicaciones a fin de vincular los distintos componentes para los servicios del portal;
 Planificar el desarrollo o implementación de productos de software con el objetivo de obtener reusabilidad y compatibilidad.
Asumir perfiles de ISP y ASP, Proveedor de Soporte en Internet y Proveedor de Soporte de Aplicaciones, respectivamente.











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